viernes, 28 de mayo de 2010

Alya se eleva

Sara Castelar, en su tercera participación en Sayenco, que tanto disfrutamos y agradecemos -sus versos son de una belleza maravillosa-, nos envía un poema dedicado a su hija que espera les guste y resulte cercano también a las jóvenes del Liceo Gabriela Mistral.



Alya se eleva

A mi hija

Canto para tus manos que nacen de la salvia,
para tu frente quieta
donde suras minúsculas se incrustan para engendrar el vértigo
de aquel extraño dios que sobrevuela.

Llevas el alfabeto del desorden cosido a las rodillas
y por tus venas cruzan siete ríos
con sus siete quebradas,
el Káutar se alinea con el pequeño arco
que describen tus cuencas, limpios humedales
donde guardas el mundo.

Tú bebes de la tarde mis cansancios veloces
y abrigas ese miedo que me avanza
como la luz secreta del mercurio,
tú dejas que mi espalda ceda a la demolición
de tanta vida fresca,
de tanta soledad que se pronuncia en el filo plomizo de tu llanto
si es de noche
y dulce sobrevuelas el dolor que sólo tu lenguaje dignifica.

Te alzas, vuelas con la coraza fragmentada
por donde ondea el muérdago,
yo te miro imperfecta en el lado secreto del sonido
a donde el trueno escribe tus vocales.
A veces me parece que te alcanzo,
que toco la feroz estela que de tu corazón germina
y aquel amor entero me azota en el costado.

Tú escalera,
tú caracol sobre la flor del cardo
tú esa mordedura de mi ombligo que duele de inocencia.
Yo no tengo más pan para tu boca,
no tengo más racimos que esculpan la ceniza,
tan sólo puedo darte
la frágil estructura que se arquea para besarte el nombre
o inclinar la pobreza de mis vértebras.

¿Dónde irá a ocultarse aquél dragón
si ya los cuentos viven en tu risa?
¿Dónde iremos, Alya, para domesticar al zorro?
¿Adónde?


Sara Castelar Lorca

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