lunes, 31 de mayo de 2010

CHILE por Ce Edwinski

Ce Edwinski se anima con un relato o acaso poema en prosa que nos hace temblar, que nos conmueve a sacudidas internas. Y es que la memoria no nos deja nunca en paz.







CHILE

Surgía como la necesidad de comer pan con crema mientras la abuela contaba sus historias de joven linda. Así, de golpe y con fuerza, imposible de evadir. El caso omiso de la falta de atención. Así es como la tierra se movía.
Él pensaba en el pan y en la abuela, y ¿en quién más? Definiciones que no se podían dar mientras los jarrones se caían. Era como música dramática el coro de grititos entre chicos, padres y perros. Y el gato de él corría con los pelos erizados hasta la punta alta de un mueble viejo.
Se miraban, él y el gato, con ojos de terror sobre la tierra
que seguía moviéndose.

“La cama es angosta, sentí que me caía”, dijo Javier a su abuela cuando ésta logró despertarlo a sacudones, en la mañana de la primer noche que él se quedaba a dormir con ella.

“Te caías, Javier. Pero ya estamos todos bien.”, contestó.


Ce Edwinski

Venezia Lesseps

Venezia Lesseps participa en Sayenco con un poema antológico, pleno de música y de vuelo.





Si de mi mano estéril
germinaran caricias o cadenas,
si de mi boca inválida
-pobre labio sin nombre,
crisálida de olvido,
velo de niebla-,
si de esta boca herida,
surgieran una vez
paloma,
vena
o llanto,
y de mi mano
-garra de angustia,
puño destituido-
renacieran esquejes sin espina...


que sea por tu nombre.




Venezia Lesseps

viernes, 28 de mayo de 2010

AFGANISTÁN

Julián Borao reconquista por la palabra (de admirable maestría técnica) otro Afganistán, acaso sepultado bajo el polvo o latente, y denuncia la prepotencia que, como dijera el poeta, desprecia cuanto ignora. Como un guía contra la tempestad, aparta el velo horrible y descubre la historia.







AFGANISTÁN

No fue casualidad la que movió al viajero
a recorrer las rutas de la seda
y a atravesar sus valles, sus montañas y estepas,
caminos polvorientos y altos desfiladeros,
dormitando despierto a la intemperie
o en cuevas extraviadas
huyendo del envite de la muerte.

Son harto conocidas las razones.

Alejandro también surcó estas tierras
al frente de sus tropas
resuelto a la conquista
de este mundo oriental y abandonado
siempre por sus dioses.
Y quizás aún perduren
las antiguas recetas de olvidados doctores
o acaso las doctrinas del viejo Zoroastro,
tal vez en lo profundo del desierto,
en las salas ocultas de templos enterrados
o en las sombras disueltas por el viento.
O en los altos lugares de Ghorid,
en la “terra incognita”
que esconde la metrópoli,
la perdida Firozkuh de la Montaña Púrpura
que ya nadie conoce.

Y es que hoy igual que ayer,
algo han venido a hacer estos viajeros,
se nota en sus miradas.
Cuesta reconocerlo pero es cierto:
No cumplen los acuerdos,
ostentan sus costumbres,
se adueñan de las gentes
desperdigando miedo y destrucción.
La guerra y sus tormentas algo han roto,
desorientado pueblos
que han dejado su huella por todos los paisajes
de esta tierra arrasada
que un día fue llamada Yaghistán,
de esta tierra rebelde de espíritu insumiso,
de nuevo sorprendida
por el dolor sin tregua
que propagó su llanto milenario.





El enemigo es fuerte,
desprecia las heridas de los pueblos vencidos
y odia su lengua bárbara
“la lengua que ha de hablarse en los infiernos”
pensaron,
aunque en ella escribieran
para expresar su amor y sus poemas.

Nuristanís, hazaras, tayikos, turcomanos,
uzbekos o pashtunes,
todos son denostados
por fríos generales
nativos o foráneos que trazan
los designios de un orden superior.

Cruel ha sido la historia
mas cierto es su decurso desgraciado.

El humo casi roza los límites del cielo,
los condenados viven mirando hacia lo alto,
las calles se desprenden de perfumes y hedores,
del odio y la metralla cotidianos.

Mas algo hay más allá,
provincias fronterizas pobladas
por idólatras de dioses ignorados,
altivos descendientes de antiguos invasores,
erosionadas ruinas,
lejanas cordilleras de insólita belleza,
caminos ancestrales de más nobles viajeros,
la paz de atardeceres sin memoria,
la neblina imposible que envuelve las llanuras
vibrando en solitario despertar.

Y no este tenso ambiente,
esta amarga mirada del soldado
que apunta con su rifle
mientras grita su miedo
en una sucia calle de Kabul
de noche ante las puertas del infierno.


Julián Borao

El otoño tiene color de llama

¿Alguien vio crujir de otoño más vivo que este de Octavio?

Con el permiso de Octavio Fernández Zotes, médico retirado y hoy joven poeta, escogemos estos versos para Sayenco. Su poesía, que camina en busca de la belleza, que a menudo le sale al encuentro, tiene un poso de honda humanidad, emocionante, doliente, indagadora.




CRUJIR DE OTOÑO


Cruje el oro de otoño entre un pesar de pasos;
la carcoma perfora túneles profundos en la corteza de los álamos.
La tarde, con el hombre y con la sombra, camina
en un tornar despacio, desde páramos enjutos hasta el soto del río
donde aún sangran los árboles tatuados.

Ha de haber una ruta secreta directa al corazón,
allí, por donde el corazón se aleja.
Pero una llaga no curada, siempre herida,
desnuda y desarmada,
quema en el corazón que apenas late.

Queda un rumor de búsqueda cuando cesa la brisa;
gime el otoño y el corazón se queja
con el llanto imposible de una perenne diástole.

Octavio Fernández.

Mensaje en una botella

Seguimos avanzando contenidos de la próxima revista. El taller es productivo. De entre los numerosos textos, individuales y colectivos, que salen de sus reuniones, vamos escogiendo en consejo de redacción qué puede ir a las páginas virtuales. Este poema colectivo nos gustó. Partió, aunque después la tinta fue hacia donde quiso, de la biografía de Carmen Boleros que apareció en él número anterior. Pero aún estamos buscando el auténtico poema "A quien lo encuentre" que en su día cambió la vida de la misteriosa escritora.



MENSAJE


Solo en esta botella naufraga mi mensaje.
Necesita de ti, que con tus ojos
Me escuches, me adivines y me sientas.

Solo en esta botella, en que he ahogado mis sentimientos;
No en el mar en que naufraga,
Ni en la tinta en que se mancha.

En esta botella aventurera, remando
de quién sabe dónde, misteriosa,
que en su interior mis sueños ha de guardar.

¿Sabes por qué mi voz es para ti?
En mi mensaje está tu corazón.
El papel que despliegas son tus alas.

Mi voz se alza, una vez despegando la batalla.
Mis alas se extienden
Y dejan salir a la poeta de un golpe.


Taller Sayenco.

Liras de Javi Arnáiz

Javier Arnáiz, asiduo y entusiasta colaborador de Sayenco, propulsor de la plataforma 29 de junio Blas de Otero, que reivindica la obra y la personalidad de uno de los más grandes poetas en castellano, sigue ofreciéndonos muestras de su buen hacer, cuidadoso e inspirado, fluyendo en los laberintos de las estrofas clásicas: si ya habíamos podido apreciar sus sonetos, ahora tenemos la oportunidad de apreciar unas liras que a través del idealismo de la forma expresan la realidad del sentimiento. No hay que preguntarse quién es su musa. Como Garcilaso, el poeta parece repetir con sus versos: "en esto estoy y estaré siempre puesto". Nos atrevemos a definir a Javier Arnaiz como poeta de la fidelidad.



LIRAS PARA TI

Tus ojos color tierra
son reflejos de un mar con noche eterna.
Luciérnagas de sierra,
contraluz de galerna.
Suspiros de una luz prendida y tierna.

Y tu cuerpo... y tu boca :
caminos y senderos recorridos
juntos. La vida toca
sabiéndonos queridos
por los vientos de amores conocidos.

Cual tiempo transcurrido
atardecen las vidas más amadas.
Y el corazón herido,
que llora aguas calmadas,
vuela libre en las lágrimas colmadas.

No existe soledad,
la casa de suspiros está llena.
Ya no existe la edad
y el alma nueva estrena
un universo entero en vida plena.

Javier Arnaiz

Alya se eleva

Sara Castelar, en su tercera participación en Sayenco, que tanto disfrutamos y agradecemos -sus versos son de una belleza maravillosa-, nos envía un poema dedicado a su hija que espera les guste y resulte cercano también a las jóvenes del Liceo Gabriela Mistral.



Alya se eleva

A mi hija

Canto para tus manos que nacen de la salvia,
para tu frente quieta
donde suras minúsculas se incrustan para engendrar el vértigo
de aquel extraño dios que sobrevuela.

Llevas el alfabeto del desorden cosido a las rodillas
y por tus venas cruzan siete ríos
con sus siete quebradas,
el Káutar se alinea con el pequeño arco
que describen tus cuencas, limpios humedales
donde guardas el mundo.

Tú bebes de la tarde mis cansancios veloces
y abrigas ese miedo que me avanza
como la luz secreta del mercurio,
tú dejas que mi espalda ceda a la demolición
de tanta vida fresca,
de tanta soledad que se pronuncia en el filo plomizo de tu llanto
si es de noche
y dulce sobrevuelas el dolor que sólo tu lenguaje dignifica.

Te alzas, vuelas con la coraza fragmentada
por donde ondea el muérdago,
yo te miro imperfecta en el lado secreto del sonido
a donde el trueno escribe tus vocales.
A veces me parece que te alcanzo,
que toco la feroz estela que de tu corazón germina
y aquel amor entero me azota en el costado.

Tú escalera,
tú caracol sobre la flor del cardo
tú esa mordedura de mi ombligo que duele de inocencia.
Yo no tengo más pan para tu boca,
no tengo más racimos que esculpan la ceniza,
tan sólo puedo darte
la frágil estructura que se arquea para besarte el nombre
o inclinar la pobreza de mis vértebras.

¿Dónde irá a ocultarse aquél dragón
si ya los cuentos viven en tu risa?
¿Dónde iremos, Alya, para domesticar al zorro?
¿Adónde?


Sara Castelar Lorca

miércoles, 12 de mayo de 2010

Eli Tolaretxipi vuelve a Sayenco

TROZO

El mar ya no es una raya
verduzca en el horizonte.
Es una franja oblicua
que cae del cielo
fría y movediza,
un pedazo de otras aguas grandes.
En el cielo, errabunda, no es desorden.
Se desmadeja. Tira de más de un hilo,
hilachas rosadas.
La que está cerca de la orilla es vieja
lleva tiempo, de maleza, yodo, herrumbre.
La de atrás es blanca, protegida.
Entre una y otra, un túnel
que huele a orín y a excrementos,
un perro guardián que languidece.


PEDAZO

Describe la tormenta como animal,
acecha, amenaza, luego pasa,
amordazada, anudada, prieta.
Hay un montón de carbón
que tapa la entrada.
Pone cuidado en lavarse, esquiva ese olor
a carne pequeña, esa leve náusea.
La música no emociona, pero apacigua, sosiega.
La oigo muy lejos, se le va encogiendo la voz.
Ahí, entre el recuerdo de lo negro en la entrada
y los yerbajos, la herida sigue profunda,
la tierra mojada secándose, removida.
La niebla sofoca el ruido
llega fría a los pulmones.
Duele aún, aunque alivia.
El cerco abierto se adelgaza
roto, se bifurca.


CACHO

Piensa que necesita un desierto,
arremolinada, bajo un árbol sin hojas.
Los toca con suavidad
mueve el cuello como un caballo
que se acomoda el freno de la boca,
sin mirarlos, con la mejilla,
quiere morderlos, pasarlos por las encías.
Tal vez un llano donde el cielo caiga pesado; o tal vez sólo sean
las ganas de salir del enramado
de vías que acaban
en sumideros o cimas
de las que cae o se atasca
como en sueños forzados.

Tríptico inédito de Eli Tolaretxipi


Otra gran alegría. Eli Tolaretxipi no sólo colabora con la revista de nuevo, sino que lo hace con un Tríptico inédito.

miércoles, 5 de mayo de 2010

La luna de Elikura Chihuailaf

Elikura no se olvida -nunca- de su tierra mientras va de un lado a otro del mundo. (Traza líneas azules, en sus manos reberveran los bosques, y sus pies son raíces que caminan.) Ni siquiera se olvida de la revista Sayenco, y nos envía otro hermoso poema, con su saludo siempreazul.



WEÑAGKVN EPE AFCHI

KVYEN TRVRI



Kiñe kelv lelfvn mvley miñche

wenu mu taiñ nag antvpeetew

Feyti weñagkvn afchi Kvyen trvri

alofnieetew fvrfvrmawvn mew

Ti pu pvllv witrankontupeetew

pegelelenew ta tromv

pvllv reke wifkvlelu wenu mew

Kamapu pu tromv

Pu mawizantu, feyfey pimekeenew

rupay eymi pvle

ka feyti afpuel zugu tami

pichikonagen chi vl

Pvrvmgen mu, kiñe kiñeke

wezanmalvy enew

petu ti tromv afkom punpuwvla

Narpatuay ñi pewma mu

ti pu ayin -piwvn

Welu amuley ñi trekan,

weñagkvlelu am iñche

Kimlu am iñche tami wilvfvn

tami ayikan iñche mu

chogkvlerpuay

Pichiketu llemay.




LA NOSTALGIA ES LA LUNA MENGUANTE



Hay un campo rojo sobre el cielo

que nos atardece

La nostalgia es la Luna menguante

alumbrada desde la llovizna

Los espíritus que me visitan

me señalan nubes

como almas trazadas en el cielo

Nubes lejanas

Las montañas, me están diciendo

pasaron a tu lado

y en el eco los cantos de tu infancia

De pronto, una a una, comienzan

a palidecer en mí las nubes

hasta borrarse

Descenderán de sus sueños

las amadas -me digo

Pero continúo mi camino

porque siento pena

Al comprender que también

el brillo de tu amor a mí

se irá apagando

Poco a poco.